Tras conocer las vidas de los principales protagonistas que influyeron y participaron en los amargos hechos acaecidos entre 1975 y 1979 en Camboya, cabe realizar una profunda reflexión sobre ellas.
En primer lugar, la mayoría de ellos proceden de familias más o menos pudientes o, al menos, con ciertos recursos, es decir, no fueron criados en el campo, en un entorno rural, tradicional y muy humilde. De hecho, llamativo es el caso de Pol Pot, que incluso tiene contactos familiares con el Palacio Real y cuyas buenas relaciones con la aristocracia, le permiten obtener una beca para estudiar en Francia. Además, incluso recibió su formación escolar en una pagoda, bajo la religión budista, en la que llegó a instituirse como monje durante un tiempo, acontecimiento biográfico que comparte también con el otro líder jemer, Ta Mok. Por otro lado, estos líderes tampoco compartían una ascendencia camboyana pura. De hecho, tanto la madre de Ta Mok como Ieng Sary son de nacionalidad china y este último, Sary, y Son Sen pertenecían a la minoría jemer krom.
En segundo lugar, su formación universitaria fue desarrollada, en la mayor parte de los casos, en Francia. De hecho, allí, llegaron a crear “el grupo de estudio” en el que coincidieron desde Pol Pot, a Ieng Sary o Khieu Samphan. Ellos mismos se identificaban como jóvenes intelectuales, interesados por las ideas políticas comunistas y anti colonialistas, que estaban en pleno auge, y se reunían para debatir sobre estos temas. Los jóvenes camboyanos llegaron a militar en el Partido Comunista de Francia. Además, de su estancia en el país francés, deducimos su dominio de la lengua franca.
Por otro lado, no solo apreciamos que sabían tanto leer como escribir, sino que incluso Khieu Samphan fundó una revista y Pol Pot publicó un amplio artículo en contra de la Monarquía camboyana, clamando por la instauración de un sistema democrático.
En tercer y último lugar, la mayoría de ellos, al terminar su formación, ejercieron una profesión liberal, principalmente la de profesor. De hecho, de Pol Pot y de Duch quedan testimonios de que sus alumnos hablaban maravillas de sus clases y de su cercanía con los estudiantes.
Por ello, tras conocer la vida de estos salvajes, creí necesario remarcar la enorme e indignante contradicción de estos líderes, respecto de sus propias vidas y la de aquellos a los que estigmatizaron y asesinaron tan paradójicamente parecidas.
Ellos vivieron en esas ciudades que, como veremos, deshabitaron en busca de la purificación occidental. Pol Pot nunca fue un habitante de ese campo que tanto anhelaba: nunca se dedicó a labrar la tierra o recolectar los frutos. En su reivindicación por la idealizada figura del campesino camboyano, ni siquiera sabía hablar jemer, lengua tradicional del país. Por otro lado, en contraposición a su educación budista durante el régimen, tal y como, recoge Bernard Bruneteau, en el campo, “el clero budista desapareció casi por completo” y calcula que, “de un total de 60.000 monjes, sobrevivieron poco más de 1.000”.[1] Similar destino para los licenciados, es decir, aquellos que, como ellos, habían ido a la universidad y tenían un título: un 51,5% de estos titulados, desaparecieron. [2]
Además, las minorías krom, los chinos y vietnamitas también fueron objeto de persecución y de muerte. Por lo tanto, según sus postulados, sus propias familias y algunos de estos líderes debían haber sido pasados también a cuchillo. Obviamente no ocurrió.
Más exasperante es aún, que gran parte de las víctimas, lo fueron precisamente, por llevar gafas, por reconocer las letras plasmadas en un papel o por ejercer una profesión que no fuera la de campesino y requiriese algún tipo de conocimiento. Y, ¿hablar otro idioma? Prohibido tajantemente y motivo posible de ejecución. Características todas, atribuibles a los líderes rojos que acabamos de conocer.
Quizás, la propia consciencia de su cinismo y la poca coherencia entre sus decisiones y políticas con su propia historia personal han sido los motivos por los que el régimen de los jemeres rojos se diferencia de cualquier otro respecto al “culto a la personalidad del líder”. Hasta casi dos años después de la proclamación de su gobierno, la población nunca había escuchado el nombre de Pol Pot. La discreción de estos líderes, su trabajo en la sombra y su falta de ego personal, puede deberse al hecho de que querían esconder que ellos, los verdugos, estaban acabando con la vida de aquellos a los que ellos mismos representaban. Pero, así son, las contradicciones del poder.
Es normal pues, que este pequeño país del sudeste asiático se ganara el sobrenombre de “el hombre enfermo” del Sudeste asiático.[3]
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[1] BRUNETEAU, Bernard. El siglo de los genocidios, Alianza Editorial, Madrid, 2009, pág 250.
[2] BRUNETEAU, Bernard op.cit. pág 250
[3] MARGOLIN, Jean -Louis. (1998). “Comunismos de Asia: Entre la «Reeducación y la Matanza». China, Vietnam, Laos Camboya”. En: COURTOIS, Stépahne, WERTH, Nicolas, PANNÉ, Jean-Louis, PACZKOWSKI, Andrzej y BARTOSEK, Karel, ed., El libro negro del comunismo, 1st ed. Madrid: Espasa Calpe, S.A., pág. 694