El gran Imperio Jemer (s. VIII – XIV) fue, sin duda, el Imperio más poderoso que ha conocido el sudeste asiático.
Identificado por el esplendor de su ciudad más emblemática, Angkor, fue la época dorada de aquel territorio que comprendía los países modernos de Tailandia, Laos, Camboya, Vietnam, parte de Birmania y Malasia.
Las pagodas más bellas serían construidas bajo las monarquías de esta época. Los campos serían fértiles como nunca más en el futuro. Además, las profundas raíces religiosas, del budismo y del brahmanismo, que caracterizan al pueblo camboyano y su profundo respeto y divinización por la figura del monarca son parte del legado de su período imperial.
Sin embargo, como todo Imperio, entró en decadencia, pero su esplendor, como un paraíso onírico, jamás se desprendería del imaginario colectivo del pueblo camboyano cuyo recuerdo sería evocado por todas las futuras generaciones camboyanas. De hecho, se conoce que Pol Pot llegó a decir: “Si Camboya construyó Angkor, puede hacer todo lo que se proponga”. [1]
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[1] AGUIRRE, Mark. Camboya: el legado de los Jemeres Rojos. Mataró: El Viejo Topo, 2009